“Entrega de bebés: del claustro del silencio a la posibilidad de la palabra” Lic. Lila Gómez Lic. en Psicología Especialista en clínica Infanto – juvenil lilagz@yahoo.com 0261-156560117 ¿Quienes son las mujeres que entregan a sus hijos en adopción? La primera escena de la película “La familia del futuro” simboliza cómo la progenitora suele quedar en penumbras en el momento de la entrega del bebé. En el tratamiento psicoterapéutico de niños y padres con historias de adopción se manifiesta en algún momento la incógnita por la progenitora. Esta curiosidad suele pulsar de modo incesante en la vida de los adoptantes y adoptivos, preguntándose acerca de aquella mujer que entregó a su hijo en adopción: ¿sería joven?, ¿tendría familia?, ¿contarían con otra familia consanguínea y desconocida? Y el progenitor ¿la amaba?, ¿o tal vez se trató de una violación?, ¿por qué no se quedó con ella acompañándola?, ¿habrán decidido la entrega entre los dos?, ¿por que lo entregaron?, ¿existirán hermanos? Estas son algunas de las preguntas que impregnan la vida psíquica de los adoptantes y los adoptivos, generando innumerables representaciones… Representaciones que se acumulan no sólo en la familia adoptante sino que evidencian los interrogantes de otros miembros de la sociedad y que como psicóloga suelo hacerme en mi práctica profesional. ¿Por qué algunas mujeres entregan a sus hijos?, ¿habrían deseado abortar y no tuvieron medios para hacerlo?, ¿son mujeres que no saben o no quieren evitar el embarazo?. Hace algún tiempo atendí una adolescente embarazada que quería entregar al bebé que estaba gestando en adopción. Quizás su historia nos permita esclarecer y comprender algunos de los interrogantes planteados. Ana tenía 17 años cuando llegó a la institución derivada por Juzgados de Familia y por el RUA para contención psicológica frente a la posibilidad de entregar en adopción al bebé. Había sido derivada por presentar antecedentes de crisis psicótica puerperal como consecuencia del primer embarazo ocurrido cuando ella tenía 15 años. Ana cursaba la escuela secundaria, vivía con sus padres y criaba a su hija que en ese momento tenía un año. En la primera entrevista dijo “Mi papá me empezó a mandar al psicólogo cuando me quedé embarazada a los 15 años, por ser madre adolescente. En ese entonces el papá de mi hija vivía en casa, pero yo lo dejé. Hicimos mediaciones para que mandara plata por la nena. El día que cumplí los 16 años yo quería salir a bailar con mis amigos y como no me dejaban ir me escapé. Ahí conocí al papá de este bebé con el que estuve un tiempo de novia, pero ahora estoy de novia con otro. Como yo me escapaba y no volvía a mi casa, mi papá me hizo una denuncia. Cuando me enteré que estaba embarazada me volví loca y mis padres también. Me quise escapar de mi casa, pero llamaron al juez de familia y me internaron en un hospital. Ahí recapacité y me puse las pilas para hacerme cargo de mi hija”. Al momento de la consulta, Ana estaba embarazada de seis meses y verbalizaba su deseo de dar el bebé en adopción, por eso su familia ya se había comunicado con el RUA. Cuando se le preguntó por el progenitor comentó “el papá del bebé dijo que se lo quería llevar para criarlo él, pero no volvió más. En el RUA me dijeron que si él no aparece hasta el parto yo decido”. La vinculación entre ambos había sido tan accidental que no sabía cómo localizarlo. Respecto al deseo de entregarlo en adopción aparecían varias facetas. Por un lado Ana verbalizaba “este bebé no fue de una relación querida, yo no lo siento mío, hago cosas que no tendría que hacer por estar embarazada, no lo cuido como a la otra nena cuando estaba embarazada, estoy desamorada de él”. En otro momento se escuchaba “me gusta verlo en las ecografías, ya tengo pensado el nombre, mis padres me dijeron que yo decidiera si me lo quería quedar o no, la nena me toca la panza porque sabe que ahí está su hermanito”. Ana decía “los hijos adoptados también se quieren mucho” y entonces empezó a contar su propia historia. “Yo soy adoptada, mis padres me contaron que la chica tenía 14 años cuando me tuvo a mí y sus padres decidieron darme en adopción porque ella era muy chica”. Ella pensaba que su progenitora quería tenerla, pero los abuelos no la dejaron; al año de la entrega de Ana, su madre biológica se quedó nuevamente embarazada y se escapó con el novio. Los padres de Ana refieren que estuvieron en el hospital el día de su nacimiento y que conocieron a la progenitora, que era de nivel socioeconómico medio alto. Agregaron que tomaron contacto con la beba porque uno de ellos era profesional del equipo de salud y luego realizaron los trámites legales para la adopción. Desde la Institución se armó un plan terapéutico que consistía en tratamiento psicológico individual para Ana, tratamiento psicológico familiar e interconsulta psiquiátrica. A su vez, se trabajó coordinadamente con el Equipo de Adopción. Durante la psicoterapia, Ana dibujó “la casa donde va a vivir el bebé” y dijo “esta es su mamá, su papá y él. Pienso mucho en eso, cómo será la casa, cómo será la familia, me dijeron que va a ser una familia bien… ¿qué pensará él?, ¿se va a preguntar por qué lo dejé?”. Ana había hablando de lo que ella imaginaba y deseaba para la vida de su bebé, pensando en que la adopción le brindaría la posibilidad de una vida mejor que la que ella tenía y que podría ofrecerle. Era conciente de sus dificultades para criar a su hija de un año y de los problemas familiares que tenía con sus padres para conciliar sus proyectos de seguir estudiando y salir con sus amigos. Durante el tratamiento se pusieron de manifiesto sus esfuerzos para ejercer la función materna, que podía realizarla con el apoyo de sus padres, ya que la adolescencia es un estado mental y una etapa evolutiva imposible de evitar. Trabajando la decisión de entregar en adopción al bebé, a Ana le preocupaba mucho qué podría pensar él cuando creciera, respecto al haber sido dejado. Frente a este interrogante, le informé sobre los derechos de acceder al expediente de adopción cuando el niño cumpliera 18 años y también sobre su posibilidad ya que a ella le faltaba poco para llegar a esta edad. Jugamos imaginando qué pasaría si ella se encontrara con su progenitora y dijo “yo no quiero conocerla, ya está, no me importa por qué me dejó por suerte estaban mis padres, no necesito conocerla”. También la invité a imaginar qué ocurriría si ella se encontrara con su hijo a los 18 años y respondió “le diría que lo entregué en adopción porque me pareció que era lo mejor… para ese entonces voy a ser más madura que ahora para explicarle”. Me pareció importante mostrarle que ella había elegido la posibilidad de darle la vida a ese hijo ya que había decidido no abortarlo y que lo había cuidado cumpliendo con los controles médicos durante el embarazo. ¿Qué se entregaba en “esa” entrega? Observé que la adopción era sentida por Ana como una mejor opción de vida para el bebé y para ella. En la entrega del bebé se conjugaban varios factores: . su decisión de haber valorado la posibilidad de vida del bebé . la “fantasía adolescente” de que podrían existir padres mejores a los propios, desarrollada por Freud en la llamada “Novela familiar del neurótico” . la situación familiar concreta de Ana, que no contaba con padres dispuestos a hacerse cargo de la crianza de dos nietos . la vivencia de su propia adopción. Con el equipo tratante pensamos cuánto de la compulsión a la repetición estaba manifestándose, ya que la historia de Ana contaba con varias similitudes a la de su progenitora: madres adolescentes que entregan a un hijo pero crían a otro, relación conflictiva con sus padres, tomar las conductas de fuga como modalidad de resolver la situación, etc. Me pregunté como tendría Ana elaborada e integrada psíquicamente su propia historia de adopción. Pensé también que Ana, a través del síntoma, había abierto la posibilidad de pensar y hablar sobre su adopción en la familia. Pensar sobre la posibilidad de crianza o entrega del bebé en gestación, permitió también que la familia pudiera (en el tratamiento psicológico familiar que la institución les ofreció) trabajar sobre aspectos no resueltos de la adopción de Ana y de la crianza de la nieta. A mi entender, el tratamiento psicológico, le permitió a Ana realizar un pasaje del claustro del silencio a la posibilidad de la palabra. El claustro del silencio estaba simbolizado en la internación psiquiátrica, en las conductas de fuga que terminaron en denuncias policiales, en las crisis psicóticas puerperales donde predominaba la acción y el descontrol. La posibilidad de consultar abrió la dimensión de la palabra y el pensamiento pudo ir ligándose a la acción. Ana no presentó problemas psicopatológicos luego del nacimiento y entrega del bebé en adopción. Siguió con la escuela, con la crianza de su hija y con su vida adolescente. A su pedido, se acordó concluir el tratamiento psicológico y se le sugirió consultar con el servicio de ginecología infanto-juvenil a fin de informarse sobre métodos anticonceptivos apuntando a evitar futuros embarazos no deseados. Algunos “efectos colaterales” de la palabra El abordaje interdisciplinario de este caso puso de manifiesto diferencias de criterios acerca de la adopción en el equipo tratante. Por momentos Ana se sintió forzada a criar el bebé, a partir de que se les ofreció a los padres que como abuelos, adoptasen el bebé. Esta intervención, desde el desconocimiento legal, generó confusión y enfrentamiento de criterios entre los distintos profesionales, que pudieron ser aclaradas en el trabajo conjunto con el Equipo de adopción. Quizás esto se relacione con que los profesionales que trabajan con mujeres en conflicto con la maternidad muchas veces actúan de acuerdo a las propias concepciones sobre la maternidad, y al momento de intervenir utilizan las herramientas técnicas de acuerdo a dichas conceptos, sin poder diferenciar el deseo propio del deseo del otro. Esto abre un interrogante acerca de la ética en la intervención del trabajo profesional con las demás personas. En el caso de Ana, esto pudo observarse cuando al reincorporarse a la escuela, una profesora delante de todo el curso, le preguntó si estaba dándole de mamar al bebé. Ella contestó que lo había entregado en adopción y la profesora de matemática aprovechó la situación para darles un sermón sobre la maternidad, la crianza y sus prejuicios sobre la adopción. Ana se sintió discriminada por haber entregado a su bebé y por ser adoptada. Se puede observar también que en los equipos de salud, muchas veces circula la fantasía de que el éxito terapéutico está relacionado con que la progenitora decida hacerse cargo de la crianza de su hijo. El riesgo de esto es el forzamiento de un vínculo que puede generar conflictos psicopatológicos tanto en el niño, como en la familia. Quizás este tema resulte tan movilizante para los profesionales que intervienen porque se juega inconcientemente la representación del vínculo primario de cada uno, la propia historia, ya que todos somos hijos de alguien y alguna vez nos hemos cuestionado acerca del ejercicio de la maternidad y la paternidad. Otra de las fantasías que se manifestó en el equipo de salud fue el de adoptar este bebé, sin haberse anotado antes en el RUA, vale decir sin haber accionado en pos de ese proyecto independientemente de este caso en particular. Sacar del claustro del silencio el tema de la entrega de hijos permite la circulación de distintos valores éticos, de prejuicios y de representaciones sociales como la hegemonía de la maternidad biológica (representada en la lactancia materna como ícono social) pero habilita también la circulación de la palabra, del pensamiento propio y la creación de nuevos y múltiples discursos. Algunas propuestas Considero importante que quien entrega a un niñ@ cuente con la posibilidad de ayuda terapéutica, social y familiar, para elaborar y trabajar sobre el duelo que significa la entrega de un hijo en adopción y la negación del ejercicio de la función materna en ese momento. Este duelo puede reactualizarse en las distintas etapas de evolución psicosexual de la mujer, por ejemplo el nacimiento de otros hijos, la menopausia, el nacimiento de nietos, etc. Si no se elabora saludablemente podría generar posteriores trastornos psicopatológicos como depresión, conductas auto agresivas, descontrol impulsivo, etc. Pienso que la contención social podemos generarla a partir de la posibilidad de interconexión y capacitación en la temática de adopción de distintas instituciones: . Poder judicial (Juzgados de Familia, EIA, RUA) . Equipos de Salud (Servicios de Neonatología, Servicios de obstetricia, Servicios de Salud Mental, etc.) . Establecimientos educativos (Escuelas) . Ámbitos religiosos Todas estas instituciones se entretejen y van formando una trama que ayuda, discrimina, problematiza, sostiene o no a los distintos actores del proceso de adopción y van permitiendo que las historias de vida se “construyan desde lo posible”.