BOLETÍN INFORMATIVO N° 4
Setiembre 2004
DERECHO A CONOCER ACERCA DE SU ORIGEN Lic. Mariano Segura (Psicólogo del EIA)
A partir de lo dispuesto por la Ley de Adopción N° 24.779, y la Convención de los Derechos del Niño; se puede inferir la importancia fundamental que tiene para el niño su derecho a conocer acerca de su origen. Y este conocimiento remite y está íntimamente ligado a la construcción de su identidad.
La identidad de un niño se constituye desde antes del nacimiento, a partir del deseo de una pareja de ser padre-madre, desde lo que se proyectó, se imaginó o fantaseó acerca de un hijo en el discurso de una mujer y un hombre. Desde entonces se va generando un espacio que luego será ocupado por el niño que nacerá. Se le elige un nombre, será documentado y registrado, y será incorporado al linaje y estructura familiar.
Por lo tanto la identidad de un niño adoptado se constituye –en los adoptantes- no solamente desde lo descripto, sino que a esto se agrega su origen particular que es su primer momento en la panza de su madre de origen. Esta primera vivencia se incorpora como una verdad primera a la historia del niño, y se pondrá en juego de una u otra manera en la construcción de su identidad.
El posicionamiento y los movimientos de los adoptantes , según sus posibilidades, serán de relevancia. Lo que los adoptantes digan, silencien o valoricen en relación al origen particular del niño, es lo que ira sugiriendo el devenir del psiquismo del niño, y la posibilidad de la aparición de dificultades o síntomas en el mismo.
Acerca de esto último, pensamos en los movimientos que algunos adoptantes realizan -según lo escuchado en la cotidianeidad adoptiva-, cuando entran en el circuito ajeno a lo legal, pagando por un niño e inscribiéndolo como hijo biológico propio. Esta acción, es considerada por el Código Penal como delito, ya que implica supresión o sustitución de identidad.
El niño , en este caso, pasa a ser un producto u objeto de intercambio (mercancía-dinero) que tiene cotización en el mercado. Los adoptantes que eligen esta vía para buscar un niño, se encontrarán durante la crianza del mismo, con la posibilidad de optar por el ocultamiento de la verdad adoptiva, lo que implicaría la predisposición para que emerjan dificultades en el desarrollo de la identidad del niño, exigiendo en él un exceso de trabajo psíquico en un intento por develar lo que no se le dijo, lo que se silenció.
Actualmente todos acordamos , como lo hace la ley, en puntualizar sobre la importancia de que el niño adoptivo conozca acerca de su origen y también en que la verdad ha de ser construida y emergerá en los diferentes momentos del desarrollo del niño. Esto no implica sentirse compelido a revelar a ultranza una verdad como imperativo Kantiano, como una gesta en favor de los derechos del niño, ya que esto impediría que la verdad surja y se construya.
Es conveniente partir de una lógica de lo particular de cada familia adoptiva y no de una lógica de lo general (como receta única); donde pueda intervenir la ética en tanto respeto por lo singular de cada niño. Esto implica el no apresurarse en decir una verdad como palabra vacía; sino poder construirla desde la iniciativa del deseo de los padres adoptivos, según las posibilidades de comprensión de cada niño y gradualmente introducida a medida que vayan apareciendo sus demandas. El desconocimiento de su origen –silencio o mentira- es causa de la “ incertidumbre o vacío” manifestado por muchos de los destinatarios de este ocultamiento.
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O.S, 38 años
“Después de toda una vida de llamarme O.S, hace 3 años me dí cuenta de que no soy ese nombre, y este nombre no soy yo”.
O .S vive en Mendoza pero no nació aquí, tampoco nació de los padres que lo criaron y acompañaron hasta que murieron, unos pocos años atrás. O.S confirmó que es hijo adoptado cuando un familiar se lo dijo después de la muerte de sus padres. Ya lo sospechaba pues nunca encontró fotos de su madre embarazada, sus rasgos no guardan similitud con los de sus padres, su documento tiene como lugar de nacimiento una provincia del sur. Además sus padres adoptivos nunca le dijeron nada. Pudo averiguar que lo trajo al mundo una partera que aún vive y que es famosa por actuar dentro de la ilegalidad.
“Cuando me enteré de todo –dice O.S- no sentí nada en contra de mis padres adoptivos, pero la incertidumbre fue total, no sé quién soy, ni de dónde soy, quién pude haber sido sino hubiese pasado esto... ni siquiera me llamo O.S....”“ He viajado al sur buscando a mi familia de origen, en abril de este año pensé pasar mi cumpleaños con alguien de mi familia, pero mi búsqueda no da resultado”. “Pienso seguir adelante hasta encontrar a mi mamá”
Mónica P.R; casada, dos hijos.
“El origen biológico”, “la identidad biológica”, “la herencia genética”, (esto lo hemos leído o escuchado alguna vez en la televisión o en los diarios). Para algunos de nosotros son oraciones, términos, palabras vacías, o, palabras llenas de silencio. Aquellos que hemos sido adoptados en una época donde la adopción en la Argentina era un tema tabú, hoy nos vemos inmersos en un dilema: “¿Cuál es mi origen biológico?”. Esto genera, muchas veces un sentimiento de “culpa” porque tenemos miedo de que al preguntar estemos lastimando a alguien. Sin embargo, la respuesta nos pertenece, es nuestro origen, es PROPIAMENTE nuestro. El hecho concreto de conocerlo no modifica nuestro sentimiento hacia nuestros padres adoptivos. En mi caso particular, mi vida junto a ellos fue maravillosa, (lamentablemente fallecieron ambos). ...De esta manera es que continúo en la búsqueda de saber “quienes me engendraron” y, como siempre les digo a mis hijos cuando me preguntan qué sentimiento tengo hacia “la madre biológica” que me trajo al mundo: -“Amo y amaré por siempre a mi papá J M y a mi mamá A por recibirme en sus brazos, por educarme, por criarme, por haberme dado tanto amor y por elegirme como SU HIJA. Pero hasta hoy, lamentablemente no conozco a esta “madre biológica”, no se quien es (también desconozco al “padre biológico”), entonces no puedo tener ningún tipo de sentimientos hacia ella o él: “No se puede amar u odiar o reprochar a aquel que uno no conoce”. Pero, la verdad, me gustaría saber quiénes son.
D.B . 33 años, casado, dos hijos.
DB se enteró hace pocos años de que es hijo adoptivo . Su madre adoptiva falleció sin hablarle del tema y con su padre teme tocar el tema para que no se sienta mal, pues es anciano.
“Soy un hijo adoptivo al que siempre le ocultaron la verdad. No saber cuál es mi identidad no es bueno para mí. Ese desconocimiento me llena de incertidumbre y vacío... es un sentimiento profundo de soledad. No tengo nada contra mis padres adoptivos pues con ellos nada me faltó pero es muy difícil superar algo tan indispensable como el conocimiento de nuestras raíces.”